27 de abril de 2014

Adelanto de "Written in My Own Heart's Blood" (octavo libro)

 
La publicación original en inglés de encuentra en la página de Facebook de Diana Gabaldon
Traducción: Patricia Ransom.
 
 

William recordó entonces porque debería haberla parado, pero ella había introducido su cabeza en la parte delantera de su camisa abierta y le había lamido el pezón antes de que pudiera mover sus paralizadas manos, y cuando lo hizo, fue solamente para ponerlas suavemente sobre la cabeza de ella, la cual estaba sorprendentemente caliente. Como su aliento. También como la mano que rodeaba su polla de forma posesiva.

"No" dijo después de lo que pareció un largo tiempo aunque podían haber pasado solo unos segundos. Sus manos descendieron y rodearon, con pesar, las de ella en el lugar donde le agarraba.

"Yo.....lo dije en serio. No te molestaré."

Ella no le soltó, pero tomó aire incorporándose y considerándolo con una desconcertante impaciencia, apenas visible a la luz del farol que se filtraba a tra
vés de los postigos.

"Si me incomodas te diré que pares, ¿está bien?" ofreció ella.

"No" repitió. Ahora furioso, era muy importante que ella lo entendiera "Honor. Es por mi honor."

Ella emitió un pequeño sonido que podía haber sido impaciencia o sorpresa.

"Quizás deberías haber considerado tu honor antes de venir a un prostíbulo. ¿O alguien te arrastró en contra de tu voluntad?"

"Vine con un amigo" dijo con dignidad. Todavía no le había soltado pero no podía mover la mano, con la suya rodeándola fuertemente- "Eso..... no es lo que quiero decir. Me refiero....." las palabras que tan fácilmente habían salido antes se le escaparon de nuevo, dejándolo en blanco.

"Me lo podías decir luego, cuando pensaras mejor" sugirió y él se sorprendió al descubrir que ella tenía dos manos, y sabía que hacer con esa otra mano.

"Suelta mi....." Maldita sea, ¿cuál era la maldita palabra? "Suelte mis testículos si es tan amable, señora."

"Como quieras" contestó ella secamente haciendo lo que le pedía, puso su cabeza de nuevo en su húmeda y maloliente camisa, cogiendo un pezón entre sus dientes y succionando tan fuerte que eliminó cualquier palabra de su cabeza.

Después de esto los problemas quedaron sin resolver, pero era muy placentero, y en un punto se vio a si mismo alzándose sobre ella con el sudor cayendo de su cara sobre su pecho y murmurando "Soy un bastardo, soy un bastardo, soy un bastardo ¿no lo entiendes?"

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